Restos del delfín más grande del mundo fueron descubiertos en la Amazonía peruana, revelando que el mamífero medía hasta 3,3 metros de largo.
Se han descubierto restos de una especie antigua distantemente relacionada con el delfín de río, raro y en peligro de extinción, en la Amazonía peruana.
Los paleontólogos de la Universidad de Zurich (UZH), Suiza, descubrieron que los fósiles sugerían que la antigua criatura estaba distantemente relacionada con el raro y amenazado delfín de río que vive en América del Sur.
Los fósiles sugirieron que el recién descubierto Pebanista yacuruna tenía mala vista, un hocico alargado y numerosos dientes cuando vagaba por los océanos hace más de 16 millones de años.
El equipo nombró a la nueva especie en honor al pueblo mítico conocido como Tacuruna, que se decía que vivía en ciudades submarinas alrededor de la cuenca del Amazonas.



Los investigadores descubrieron por primera vez el cráneo del delfín durante una expedición a Perú en 2018 cuando vieron el fósil sobresaliendo del terraplén del río Napo.
Los delfines de río sobrevivientes eran “los restos de lo que alguna vez fueron grupos de delfines marinos muy diversos”, dijo Aldo Benites-Palomino a The Guardian, y agregó que se cree que abandonaron los océanos a cambio de ríos de agua dulce para encontrar fuentes de alimento.
“Los ríos son la válvula de escape… para el antiguo fósil que encontramos, y es lo mismo para todos los delfines de río que viven hoy en día”, dijo.
En la época en que el antiguo delfín poblaba los océanos, la Amazonía peruana tenía un paisaje muy diferente: estaba cubierta de grandes lagos y pantanos que cubrían Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú y Brasil.

Un cambio climático provocó la desaparición del Pebanista, dijeron los investigadores, porque sus presas comenzaron a desaparecer y la falta de una fuente de alimento llevó al delfín a la extinción.
Hace unos 10 millones de años, las aguas del Amazonas atravesaron la arenisca en dirección oeste, obligando al agua restante del lago a fluir hacia el este.

En esa época, el gran lago comenzó a secarse y se convirtió en un río, transformando la zona de un ecosistema húmedo y diverso a una región más árida y dispersa.
“Después de dos décadas de trabajo en América del Sur hemos encontrado varias formas gigantes de la región, pero este es el primer delfín de este tipo”, dijo Marcelo R. Sánchez-Villagra, director del Departamento de Paleontología de la UZH.
“Nos intrigó especialmente su peculiar historia biogeográfica profunda”.
Benites-Palomino dijo a NewScientist que la región donde él y su equipo encontraron el fósil estuvo una vez cubierta por un lago “increíblemente grande”, “casi como un pequeño océano en medio de la jungla”.
Las pequeñas cuencas de los ojos del delfín llevaron a los investigadores a creer que tenía mala vista y Benites-Palomino le dijo al medio: “Sabemos que vivía en aguas muy turbias porque sus ojos comenzaron a reducirse de tamaño”.
Los investigadores descubrieron que el Pebanista tenía un hocico alargado y numerosos dientes, lo que indicaba que el delfín se alimentaba de peces, como muchas otras especies de delfines de río actuales.
Benites-Palomino y su equipo esperaban que el delfín estuviera estrechamente relacionado con el delfín del río Amazonas actual, pero en cambio descubrieron que las crestas elevadas en su cabeza que ayudan con la ecolocalización lo hacen similar al delfín de río del sur de Asia.
La ecolocalización es la capacidad de los animales de “ver” escuchando los ecos de sus sonidos de alta frecuencia que utilizan para cazar.
“Para los delfines de río, la ecolocalización, o biosonar, es aún más crítica ya que las aguas en las que habitan son extremadamente turbias, lo que dificulta su visión”, explicó Gabriel Aguirre-Fernández, investigador de la UZH y coautor del estudio.
Encontrar fósiles en la Amazonia es cada vez más difícil porque los paleontólogos necesitan esperar hasta la “estación seca” de la región, cuando los niveles de los ríos son lo suficientemente bajos como para exponer restos fosilizados.
La recolección de fósiles es un proceso sensible al tiempo porque si los paleontólogos no los extraen antes de que termine la estación seca, las mareas crecientes del río podrían arrastrarlos y perderlos para siempre.